Taller

El origen de Las Guerras Nucleares

Comencé a escribir esta novela hace más de quince años. Un buen día, agarré un A3 y dibujé una línea temporal con un acontecimiento inicial y otro final. Luego le fui agregando secuencias, personajes, escenas. Lo llené todo de elementos causales. Fue una especie de catarsis creativa. Algo parecido a la escritura automática de los estados alterados de consciencia. Cuando terminé, ya tenía la semilla de una aventura. Lo que emergió a partir de ahí, poco tiene que ver con el resultado final; pero ya había algo. Un hilo del que tirar. Unos personajes que daban consistencia a los eventos. Ahí nació la idea de la pareja Frida & Bestia Oscura. Tal vez como un reflejo de una infografía que vi en alguna parte. Era algo Lo suficientemente evocador para que quisiera dotarles de vida.

A partir de esos mimbres tan precarios comencé a escribir. Por aquel entonces no tenía muchas herramientas. Pensaba que las musas me llevarían de la mano y todo lo demás sería coser y cantar.

Algo de eso habría, porque en poco tiempo tenía doscientas páginas en las que la extraña pareja había cobrado vida. Ya existía el concepto fundamental del entorno donde transcurrirían sus aventuras. El conflicto principal no estaba realmente definido. Algunos de los antagonistas comenzaban a perfilarse. Aunque aún no sabía si secundarios como el general Tormod (prefiero ni mencionar el primer nombre de este personaje) tendrían un arco consistente o tan solo serían atrezzo.

Lo importante es que ya tenía el detonante principal. Antakhan prendió la chispa y la pólvora había empezado a correr. Aparecieron los Kandrosianos para dar color al entorno. (De nuevo, me reservo informar sobre el nombre original de esa raza con la que llegué a empatizar a lo largo de los años). El arma ancestral, uno de los misterios de la novela no era más que una idea nebulosa. Algo que desarrollaría años después y que entrelazaría motivaciones y destinos de varios de los personajes que aún estaban por nacer.

La primer parte de la trama del Profeta Silencioso la construí en esa época. El carácter del personaje fue evolucionando mucho más tarde. Cuando ya tuve las herramientas suficientes para poder dotarle de una meta, un propósito y unas necesidades. Pero ahí estaba, uno más del elenco. Suficientemente enigmático para construir a su alrededor un culto que me daría mucho juego en el futuro.

Y, llegados a este punto. ¿Qué pasó durante los siguientes quince años?

Absolutamente nada.

Tuvo que llegar un amigo, el único que se leyó el manuscrito original a insistirme en continuar la narración. Pero eso es otra historia…